De un tiempo a esta parte, tras la constatación de que ya no hay dónde meter tanta mierda acumulada, y en el contexto de la asunción de que el capitalismo se enfrenta a un mundo finito, se han ido generalizado los sistemas selectivos de recogida de basuras y su reciclaje posterior. Se trata pues de evitar macrovertederos e incineradoras, bajo la fe de que es posible llevar a cabo un tratamiento sostenible de los residuos domésticos, minimizando su impacto posterior, y que esas otras soluciones más agresivas son evitables.
Ciertamente, el sistema capitalista, no entendido sólamente como sus relaciones sociales de producción, sino también como sistema inherentemente productivista y en constante crecimiento , se reconvierte y adapta a una velocidad pasmosa con tal de asegurar su perpetuación. Si llegó un momento en el que era más beneficioso para el propio Estado-Capital dejar de condenar a los obreros a la miseria material e introducirlos en la espiral del consumo, aumentando su capacidad adquisitiva y así reactivando la economía; en el campo ecológico, se ha pasado a rentabilizar los propios residuos provenientes de la producción y el consumo, con una nueva generación de técnicos de medio ambiente a su alrededor y las respectivas empresas verdes encontrando un nuevo mercado.
Más allá de la creencia en que el Estado podía frenar la sinrazón empresarial en lo ecológico, hoy se materializa una nueva alianza entre Estado y Capital, aplicando políticas verdes e incentivando la readaptación de la producción al nuevo tiempo por un lado, y generalizando el desarrollo sostenible por el otro, tanto en la producción (energías renovables, etc.) como en el consumo (productos ecológicos) y en su última fase, la de los deshechos (recogida selectiva, tratamiento de residuos, reciclaje…).
Pero la aplicación de estas políticas no es tan simple. Al haber incorporado a casi la totalidad de la población en la orgía consumista, de la cual provienen gran parte de los residuos, no es suficiente readaptar la producción para que este planeta aguante unas pocas décadas más. Hay que cambiar las pautas de actuación de toda esa masa de consumidores, cosa que va triunfando en cuanto al consumo energético y de bienes de consumo (más allá de la falsa condición de esas energías limpias, renovables, verdes, etc.), pero también será necesario transformar los hábitos en cuanto a los residuos. Evidentemente, el paso del bombardeo publicitario del «consume y derrocha sin cuidado» al «separa convenientemente tus residuos como ciudadano responsable» hay un trauma importante, y es aquí donde entran los poderes públicos.
Son los ayuntamientos y entidades supramunicipales los que se ocupan de la recogida y tratamiento de residuos, junto con las empresas antes nombradas. Es en Gipuzkoa, zona especialmente abierta a las políticas verdes que ya se venían implementando en Europa, y a la vez territorio densamente poblado y con un problema obvio en cuanto a los residuos, donde se han propuesto varias soluciones.
Fue especialmente el PNV el promotor de la incineración, con una planta en Zubieta, más acorde con su política del hormigón desarrollista clásica y sus grandes empresas constructoras amigas. En este caso el intento de revestirlo de verde no funcionó. Encontró una gran oposición popular, vecinal y ecologista, que ha acabado por desbaratar el plan de PNV y PSE con la vuelta de la Izquierda Abertzale a las instituciones. Tanto la Diputación como la abrumadora mayoría de los ayuntamientos, gobernados por Bildu, han rechazado la incineración.
Pero la IA ya venía promoviendo «otra gestión» de los residuos en ayuntamientos como Usurbil, donde gobernaba ANV y ahora Bildu donde se lleva aplicando el sistema de recogida de basuras ‘puerta a puerta‘ desde 2009, como alternativa a la incineración. De ahí se ha ido extendiendo a Oiartzun, Hernani o Antzuola, y también se va a promover la recogida selectiva en la Mancomunidad de San Marko, que abarca todo Donostialdea y es dirigida por Bildu. Es recientemente cuando 34 ayuntamientos guipuzcoanos gobernados por Bildu anuncian que en 2013 aplicarán el ‘puerta a puerta’, llegando a implicar a 250.000 personas, aunque sin integrar de momento a Donostia.
Pero, ¿en qué consiste este sistema? Según sus promotores, es «más eficiente» y con él se llega a reciclar el 90% de los residuos. Cada día estipulado se recogerá un tipo de basura, a las horas concretas. Para funcionar, obliga a los vecinos a cumplir estas pautas, siendo multados en caso contrario, llegando a haber habido casos de identificación de los infractores a través de los recibos, documentos y facturas hallados en sus basuras .
Esta creencia de que «otro capitalismo es posible» íntimamente relacionada con la gestión de lo existente que lleva a cabo la IA, lleva a una responsabilización y culpabilización del individuo, aludiendo a la solidaridad y el civismo, con una deriva autoritaria del ecologismo institucional evidente, donde lo verde pasa a ser razón de Estado; cuando es este sistema capitalista y desarrollista, en ningún momento cuestionado, el que nos ha llevado a esta situación. Es todo un sistema de producción, un sistema de necesidades, una sociedad insostenible la que nos ha llevado hasta aquí. Y modificando el tratamiento de sus externalidades no llegaremos a ninguna parte. Estamos ante una crisis civilizatoria.
La solución no se encontrará en tirar el cartón los martes y el plástico los miércoles como ciudadanos modelo obedientes, mediante campañas de reeducación como si fuéramos penitentes en camino al confesionario, para limpiar nuestros pecados. El problema, la sociedad industrial y lo que implica, no es superficial, sino de raíz. Por tanto, las soluciones también serán radicales, y no vendrán por parte de las instituciones ni podrán llevarse a cabo a través de ellas. La piedra está en nuestro tejado, sólo nosotros podemos arrojarla.
«El capitalismo ha alcanzado su cenit, ha traspasado el umbral a partir del cual las medidas para preservarlo aceleran su autodestrucción. Ya no puede presentarse como la única alternativa al caos; es el caos y lo será cada vez más.» Miquel Amorós
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